La La Land y La Metamorfosis
![La La Land]({{ site.url }}/img/lalaland.jpg)
Siempre he encontrado curioso en los musicales el momento preciso de la interrupción: todo el mundo se comporta normalmente; de repente la música comienza y todos los que estaban quietos se mueven y bailan y los que estaban hablando o callados ahora cantan (y muy bien por cierto).
¿Qué ocurre en el mundo, ese mundo, en ese momento? ¿Todo es efectivamente de ese modo? Es decir, ¿es un mundo donde la gente canta y baila de la nada, con sombreros y bastones? O bien, el mundo persiste con su lógica material y causal previa y el momento musical es solamente un dispositivo montado para el espectador: el estado previo y el estado posterior del mundo no se ven afectados.
En el teatro de Bertolt Brecht se utiliza un mecanismo similar de interrupción del flujo esperado de los personajes: en la mitad de una escena que se espera cotidiana para el espectador aparece un cartel o una manifestación; y todo queda en la mitad de la frase. El propósito es suspender momentáneamente la familiaridad que nos encierra y ahoga ciegamente y forzar al espectador a volver críticamente sobre ese momento. Es uno de los paradigmas del compromiso: afectar las actitudes fundamentales de aquel que libremente participa de la creación artística.
Aquí, claramente el parecido con el musical es estrechamente mecánico. El momento musical parece ser más bien ilustrativo, un efecto especial que resalta un momento de la trama que no se quiere que el espectador olvide fácilmente.
Un último paralelismo imperfecto. En La Metamorfosis, cuando Gregor Samsa se ve asediado por su jefe que le habla a través de la puerta de su habitación, le habla sin saberlo al Gregor insecto. Y el Gregor insecto le contesta extensamente, en un discurso que nosotros podemos leer, pero que para el jefe y la familia no son más que ruidos: “es una voz de animal”, dicen.
Las palabras de Gregor quedan entre él y nosotros como un secreto incómodo. Como música y bailes producidos para nuestro perezoso disfrute.